miércoles, 30 de junio de 2010

Son tiempos de creerle a Dios.




En 2 de Reyes 6 y 7. Vemos cómo Samaria estaba sitiada, bloqueada, asediada.
“A consecuencia de aquel sitio, hubo una gran hambruna en Samaria; tan duro era, que la cabeza de un asno se vendía por ochenta piezas de plata, y la cuarta parte de un cab de estiércol de palomas por cinco piezas de plata.
Al pasar un día el rey de Israel por el muro, una mujer le gritó:
--Ayúdanos, rey y señor mío.
 El rey respondió:
--Si no te salva Jehová, ¿Con qué te puedo salvar yo? ¿Con lo del granero o del lagar?”
Y añadió el rey:
--¿Qué tienes?
Ella respondió:
--Esta mujer me dijo: “Trae acá a tu hijo, nos lo comemos hoy y mañana comeremos al mío”.  Cocimos, pues, a mi hijo, y nos lo comimos. Al día siguiente yo le dije: “Trae acá a tu hijo para que nos lo comamos”. Pero ella ha escondido a su hijo. Cuando el rey oyó las palabras de aquella mujer, rasgó sus vestidos, pasó por el muro y el pueblo vio las ropas ásperas que traía ceñidas a su cuerpo.  Y el rey exclamó: «Traiga Dios sobre mí el peor de los castigos, si la cabeza de Eliseo hijo de Safatl queda hoy sobre sus hombros».
Vemos aquí como una madre había dado a su hijo para comerlo por el hambre y la escasez que había, un rey desesperado ante toda esta aflicción.
Eliseo, dijo: “El Señor dice: ‘Mañana a estas horas, a la entrada de Samaria, se podrán comprar siete litros de harina por una sola moneda de plata, y también por una moneda de plata se podrán comprar quince litros de cebada.”
El profeta de Dios da una profecía, Eliseo que con un poco de harina quitó el veneno de una comida, que sustentó en tiempo de hambre, a quien Dios usaba con poder; quien asegura a la sunamita que tendrá un hijo y que resucita el hijo de esta mujer cuando perece. Eliseo había echo muchos milagros de parte de Dios. No era cualquier cosa. Era un profeta confiable.
Y sucede que el pueblo estaba en una situación tremenda, ¡Gloria al nombre de Jesús! ¡Samaria  estaba sitiada!
A veces el enemigo nos pon sitio también en algunas cosas de nuestras vidas.  Dios usa a Eliseo y predica que al segundo día habría comida bastante. De ochenta siclos baja a un dólar. Cuando empiezan a bajar los precios es porque empieza a haber abundancia, ¿cuántos lo creen?
¡Gloria a Dios! Cuando hay abundancia de arroz está a 3.50, si está escaso está a 10, 12 pesos cubanos.
Es decir que había una señal por la que empezar  creer que Eliseo no había profetizado algo incierto.
¡En el nombre de Jesús. Son tiempos de creerle a Dios!
¿Cuántos lo creen? Repitamos: Son tiempos de creerle a Dios.
“El ayudante personal del rey respondió al profeta:
–Aun si el Señor abriera ventanas en el cielo no podría suceder lo que has dicho.
Pero Eliseo contestó:
–Pues tú lo verás con tus propios ojos, pero no comerás de ello.”
El príncipe un hombre capacitado, el brazo derecho del rey no creyó lo que Eliseo  había dicho. ¿Qué triste verdad, cuando una mujer o un hombre de Dios te habla y nada te da.
Piensas que todo es vanidad. Este príncipe no creyó al varón de Dios y la palabra de Dios verdaderamente  se cumplió. Dio la abundancia, los alimentos pero no los comió como había dicho el profeta pues dice que el rey lo puso a la puerta  para cuidar la puerta y cuando el pueblo se desenfrenó lo pisotearon y murió.
La duda es pecado, hermanos. Este hombre tuvo dudas.
Es lógico. En tiempo de tanta escasez no es fácil creer, pero el pueblo de Dios  siempre debe creerle a Dios. Son tiempos de creer en la palabra de Dios  amén. Pues este hombre, siendo inteligente pierde su fe por el sitio que tenía y el pueblo y deja de creer en la palabra.
“Mientras tanto, cuatro leprosos que estaban a la entrada de la ciudad se dijeron entre sí: – ¿Qué hacemos aquí sentados esperando la muerte?
Si nos decidimos a entrar en la ciudad, moriremos, pues hay una gran hambre allí dentro; y si nos quedamos aquí sentados, también moriremos. Pasémonos, pues, al campamento sirio; si nos perdonan la vida, viviremos; y si nos matan, de todos modos vamos a morir.
Así pues, se levantaron al anochecer y se dirigieron al campamento sirio; pero ya estando cerca de él, se dieron cuenta de que no había nadie.  Y es que el Señor había hecho que el ejército sirio oyera ruido de carros de combate, de caballería y de un gran ejército; los sirios pensaron entonces que el rey de Israel había contratado a los reyes hititas y a los reyes egipcios para que los atacaran.  Por eso se levantaron y huyeron al anochecer abandonando sus tiendas de campaña, sus caballos y sus asnos, y dejando el campamento tal como estaba, para escapar con vida.”
¿Cuántos creen que Dios hace cosas inmensas?
Son tiempos de creer a la palabra. Hay personas que creen en Dios, pero no creen en la palabra. Vamos a creer lo que dice la palabra ¡Gloria en el nombre de Jesús!
“Al llegar los leprosos a los alrededores del campamento penetraron en una tienda y se pusieron a comer y beber; se apoderaron de plata, oro y ropa, y se fueron y lo escondieron. Después volvieron y entraron en otra tienda, y también de allí tomaron cosas y fueron a esconderlas. 9 Pero luego dijeron entre sí:
–No estamos haciendo bien. Hoy es día de llevar buenas noticias y nosotros nos las estamos callando. Si esperamos hasta la mañana, nos considerarán culpables. Es mejor que vayamos al palacio y demos aviso.”
Si no vamos a dar las buenas nuevas de las provisiones que encontramos, mañana caerá sobre nosotros una maldición. Me gusta esto  de los leprosos, comieron, saciáronse pero se acordaron de quienes tenían hambre, verdad?
Fueron entonces y llamaron a los centinelas de la ciudad, y les dijeron:
–Hemos ido al campamento sirio y no había absolutamente nadie; ni siquiera se oía hablar a nadie. Solo estaban los caballos y los asnos atados, y las tiendas de campaña tal como las instalaron.
Los que vigilaban la entrada de la ciudad llamaron en seguida a los de palacio. Entonces se levantó el rey, y, aunque aún era de noche, dijo a sus oficiales:
–Voy a explicaros lo que tratan de hacernos los sirios. Como saben que estamos padeciendo hambre, han salido del campamento y se han escondido en el campo, pensando que, cuando nosotros salgamos de la ciudad, nos atraparán vivos y entrarán en ella.
Pero uno de sus oficiales dijo:
–Enviemos unos hombres con cinco de los caballos que quedan, y veamos qué pasa. Si viven o si mueren, su situación no será mejor ni peor que la de los demás israelitas que quedamos aquí.
Así que tomaron dos carros con caballos, y el rey los mandó al campamento sirio con órdenes de inspeccionarlo. Ellos siguieron el rastro de los sirios hasta el Jordán, y vieron que todo el camino estaba lleno de ropas y objetos que los sirios habían arrojado con las prisas por escapar. Luego regresaron los enviados del rey y le contaron lo que habían visto.
En seguida la gente salió y saqueó el campamento sirio. Y, conforme a lo anunciado por el Señor, la harina se vendió a razón de siete litros por una moneda de plata, y la cebada a razón de quince litros por una moneda de plata.
El rey ordenó a su ayudante personal que se encargara de cuidar la entrada de la ciudad, pero la gente lo atropelló en la puerta, y murió, conforme a lo que había dicho el profeta cuando el rey fue a verle.
Ocurrió, pues, lo que el profeta había anunciado al rey cuando le dijo que a la entrada de Samaria se comprarían siete litros de harina o quince litros de cebada por una sola moneda de plata. El oficial había respondido al profeta que, aun si el Señor abriera ventanas en el cielo, no podría suceder tal cosa. Eliseo, por su parte, le había contestado que lo vería con sus propios ojos, pero no comería de ello. En efecto, así sucedió, porque la gente lo atropelló a la entrada de la ciudad, y murió.”
Mientras preparaba este mensaje yo me ponía en el lugar del rey que estaba sitiado, sin comida, comiéndose unos a otros. No era fácil creer que iba a ver alimento. Si nosotros para sustentar una casa con dos o tres miembros en la familia nos vemos apretados con la grasa, a veces el hombre con el dinero, verdad? Pues dígame usted un rey para mantener a todos sus súbditos. ¡Terrible!
El rey, incrédulo, pierde su confianza en el poder de la palabra y apoderado de la  duda mandó a investigar.
-¿Podrías ir a la placita a averiguar si han venido plátanos, porque a mí me lo dijo una vecina, pero  yo no los veo hace tantos?
Y el rey mandó entonces a ver.
¡Gloria en el nombre de Jesús! No creía en la profecía de Eliseo, en la noticia de los leprosos. ¡Qué problema, el rey estaba incrédulo en todo!
-¿Quién vive?
- Cristo.
Y los siervos fueron a explorar. A veces nos pasa eso, la fatiga de la cocina nos ciega  de las bendiciones de Dios. A veces las bendiciones de Dios están aquí y el enemigo nos tapa.
una vez me dije: -No tengo nada que cocinar hoy. El enemigo había cerrado mis ojos. Había provisiones en mi refrigerador pero yo no las veía.
Eso puede pasar. Cuando la preocupación nos ataca perdemos la confianza en Dios. Nos puede pasar que el enemigo nos ciega, la vanidad está arriba del viandero y no lo vemos.
¡Alabamos y glorificamos el nombre de Jesús. Son tiempos de confiar en la palabra de Dios!
El pueblo salió, saqueó, comió, se llevó. ¿Qué pasó con la palabra de Dios? ¿Se cumplió o no? ¿Cuántos creen que esta palabra se va a cumplir?
A veces nos es más fácil creer en los rumores de guerras y catástrofes. ¿Y por qué no vamos a creer igual que hay sanidad, provisiones, que Jehová es mi pastor, nada me faltará?
¿Por qué no vamos a creer en la palabra de Dios?
Esta noche, hombre que buscas las provisiones para tu hogar, mujer que te vuelves una artista en la cocina, Dios tiene estas cosas para ti.
Confiemos como Eliseo. Cuánta confianza vamos a tener que tener en Dios para todo lo que vayamos a emprender. Tú que buscas las provisiones vas a tener que prenderte de Dios. Los que están guiados hermano por el espíritu de Dios vamos a encontrar provisiones.
¡Debemos creer en la palabra de Dios!
Dios quiere esta noche que no dudes.
Debemos tomar buenas decisiones como los leprosos.
Debemos consultar todo con el espíritu santo.
No desconfiar  de los profetas y hombres probados de Dios.
Diga: ¡Son tiempo de creer en la palabra de Dios!
Padre, mi Dios pues suplirá todo lo que me falte conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús; padre por nada voy a estar afanosa sino voy a poner mis peticiones delante de ti en oración, ruego y acción de gracias.
Padre, el pan nuestro de cada día dádnoslos hoy. Padre, Jehová es mi pastor, nada me faltará gracias Señor en el nombre de Jesús.  Amén.
Vamos a orar. Padre bueno que estás en los cielos te alabamos y bendecimos porque reconocemos que tú estás preparando a la iglesia para lo que venga. El pueblo de Dios tiene al Dios de poder, al Cristo de la gloria y al Espíritu Santo que nos enseña dónde están todas las cosas.
Gracias padre en el nombre de Jesús.
Eterno Dios mira todos los espíritus que quieren chupar nuestras provisiones, mira Señor estas manos que no sean abiertas para botar Señor, todo eso lo reprendemos y echamos fuera.
Declaramos padre, por tu palabra, abundancia. Declaro sobre este pueblo y sobre nosotras las mujeres, mujeres de victoria,  sabias, buenas administradoras, esforzadas y valientes. Que creen en la palabra de Dios. Padre, reposa tu bendición sobre cada mujer en esta noche. En el nombre de Jesús tres cosas padre: sabiduría, salud corporal, Señor, y economía.
Yo bendigo a tu pueblo Señor, con la bendición que tú proferiste en la cruz del calvario.
Allí tú te llevaste la escasez, la pobreza, las enfermedades, el pecado, todo. Ayúdanos padre. La provisión está, aumenta nuestra fe para extender nuestra mano, para crecer en sabiduría.
Sea cualquiera que sea la situación que enfrentemos somos más que vencedoras.
Los varones de Dios que se pongan de pie:
Padre tu lo constituiste cabeza, bendícelos más Señor, míralos a todos Señor, Padre, conforme a tu palabra, a todo lo que nos has enseñado, derrama Señor sabiduría sobre cada hombre. Ponle salud de hierro, fuerza de búfalo que cada hombre tenga también la economía necesaria para darle el frente como cabeza, a su hogar y su familia. En el nombre poderoso de Jesús bendícelos. Amén.

Por Adisbel
























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