jueves, 1 de julio de 2010

Homilía


Érase una vez un rey que no tenía hijos para sucederle y puso un gran anuncio en los periódicos invitando a los jóvenes a solicitar la adopción en su familia. Sólo se requerían dos condiciones: amar a Dios y amar al prójimo.
Un muchacho campesino quería, pero no se atrevía a presentarse porque iba cubierto de harapos. Se puso a trabajar, hizo dinero, compró ropa nueva y se puso en camino para intentar ser adoptado por la familia del rey.
Cuando ya estaba llegando al palacio, se encontró con un mendigo que tiritaba de frío. El joven campesino se conmovió y le dio su ropa nueva. Vestido de harapos, le parecía inútil continuar pero decidió terminar el viaje y llegar al palacio. Llegó y todos los empleados se burlaban de él. Finalmente fue admitido a la presencia del rey.
Cuál no fue su sorpresa cuando vio que el rey era el mendigo del camino y que vestía las ropas que le había regalado.
El rey bajó de su trono, abrazó al joven y le dijo: “Bienvenido, hijo mío”.
Dios Padre es ese rey que bajó de su trono, se vistió con nuestras ropas, nuestra carne, y nos dijo y sigue diciendo: Bienvenidos, hijos míos.
Jesús, el Dios hecho hombre, el Cristo, el ungido, el Salvador, el hombre para los demás y el maestro, es sometido a una nueva entrevista por los reporteros del Jerusalem Post y del Heraldo Soria.
Jesús, ¿qué opinas, de los 613 mandamientos de la Ley, cuál es el más importante?
¿Conocía Jesús esos 613 mandamientos? No lo sé. Sí sabemos que, a veces, algunos se los pasaba por alto: curaba en sábado, perdonaba pecados, comía sin lavarse las manos, se dejaba acariciar por la mujer pecadora, permitía que sus discípulos no ayunaran…
Jesús sabía que entre esos 613 mandamientos había unos más importantes que otros.
Jesús sabía que entre esos 613 mandamientos había uno que era tan importante que aunque se cumplieran los 612 si no se cumplía ése de nada servía la observancia y el cumplimiento de los 612.
Jesús sabía que su Padre es amor, que él vino para mostrarnos el amor en acción y que el Espíritu Santo es la fuerza del amor en nosotros.
Y escogió dos textos de la Palabra de Dios para responder a los reporteros de los periódicos: “Amarás al Señor tu Dios”…Deuteronomio 6,5 y “Amarás a tu prójimo”…Levítico 19,18
“Toda la Ley y los Profetas se resumen en estos dos mandamientos. En este único mandamiento. Recuerdan la “imagen” del César en las monedas y la “imagen” de Dios en cada ser humano?
A Dios se le ama en lo concreto, lo tangible y palpable y lo palpable y visible es el ser humano, imagen de Dios, hijo de Dios. La originalidad y la novedad que Jesús introdujo en la historia de las religiones y de los hombres fue unir en uno sólo estos dos mandamientos. Jesús no los inventó, pero sí los unió en uno sólo.
El amor es uno, es único y es glorioso como el rostro de Dios.
El cristiano ya no vive bajo el signo de Aries o Piscis sino bajo el signo del amor tal como lo vivió nuestro maestro Jesús.
La última tentación de Jesús no fue el amor de una mujer, su última tentación fue la cruz y se abrazó a la cruz por amor a todos nosotros.
Por amor se hizo hombre.
Por amor se hizo obediente.
Por amor pasó su vida haciendo el bien a los oprimidos.
Por amor derramó su sangre.
Por amor se quedó en la eucaristía.
Por amor y para amar nos dio el don del Espíritu Santo.
Por amor y para vivir en el amor vendrá a buscarnos en el último suspiro de nuestra vida.
La vida de Jesús no tiene sentido sin la pasión y la voluntad de amar. La Biblia es la carta de amor más hermosa que tenemos, es la historia de amor, de un amor, del gran amor de Dios.
Ustedes me dirán, padrecito, todo eso ya lo sabía. No ha dicho nada nuevo. O sea que ya puede poner el punto final.
Déjeme decir una cosa porque no ha caído aún en la cuenta de que usted “no sabe amar”. A lo mejor no ha batido aún el record de ese famoso deportista que presume de haberse acostado con más de veinte mil mujeres, pero “usted no sabe amar”.
Usted que tiene tiempo para ir al fútbol y jugar al golf y…
Amar es dedicar tiempo a quien se ama.
Amar es estar al servicio de quien se ama.
Amar es escuchar el grito de quien se ama.
Amar es sacrificarse por quien se ama.
Amar es dar la vida por quien se ama.
En la sociedad en la que vivimos el amor se ha convertido en un artículo de consumo: amor de telenovela, amor de playboy, amor de vacaciones, amor de una noche…
El amor en la Iglesia y para sus seguidores es una responsabilidad, responsabilidad de crecimiento personal, de crecimiento en el conocimiento y en el amor de Dios y de los hermanos.
Sólo el que deja entrar a Jesús en su vida sabrá y podrá amar como Jesús.
Sólo el que se deja transformar por el Espíritu Santo entenderá y sabrá amar como Jesús.

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